jueves, 26 de octubre de 2017

Castlevania: choque de ideales




"Richter Belmont irrumpía en la sala del trono donde Dracula le espera sentado, con una actitud relajada y confiada. Su mano derecha sostenía una copa del más puro vidrio, con la sangre de alguna de sus innumerables víctimas, la cual agitaba de vez en cuando en un gesto distraído. Richter avanzó hasta situarse justo enfrente de la encarnación del mal, al umbral de una corta escalinata vestida con la más bella seda escarlata que elevaba el majestuoso trono. Se irguió en toda su estatura dejando ver un poderoso cuerpo musculado, con una ancha espalda y unos brazos enormes, en un ligero "contraposto". En su mano derecha sostenía el legendario látigo "mata-vampiros" mientras su mano izquierda descansaba sobre su cintura, con una postura tensa pero firme.
Fue él quien rompió el silencio:
-¡Dracula, muere ahora y abandona este mundo! ¡Nunca perteneciste a esta realidad! -gritó Richter.
-Oh, pero fue este mundo el que me invitó. Fue tu propia especie quien me invocó con rezos y tributos.
-¿¡Tributos!? No eres más que un ladrón. Robas el alma de las personas, su libertad...
-La libertad siempre se sacrifica en favor de la fe, buen cazador. ¿O verdaderamente estás aquí por elección propia?
-El motivo de mi presencia aquí eres tú. ¡Al infierno con tus herejías! ¡No eres más que una plaga para la humanidad!
-¡Ja! Humanidad. Un pozo de odio y mentiras. ¡Lucha por ellos, pues, y muere por sus pecados! -dijo Dracula a la par que arrojaba su copa al suelo, haciéndola añicos, y se desvanecía en el aire.
Un feroz combate contra el mal se había iniciado una vez más, como ocurría cada 100 años, en aquel quimérico castillo oscuro: los dominios de Castlevania."

Texto original (diálogo): Castlevania: Symphony of the Night, 2008 (versión PSP)
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jueves, 1 de junio de 2017

Adol Christin, introducción a Ys



El joven guerrero era una figura extraña. Había algo... Fuera de lugar en él. ¿Era quizá su cabello rojo, tan exótico en aquellas tierras? ¿O era el hecho de que estuviese empapado de sangre, como un demonio venido del inframundo? No. No era nada de eso. Lo realmente extraño de aquel guerrero estaba en su rostro, en su sonrisa. Tenía una sonrisa dificil de definir. No era la sonrisa de un loco, de alguien que disfrutase con la matanza. Tampoco se trataba de una sonrisa de falsa seguridad. Al contrario. De todas las personas que habitaban esas tierras, él era el único que sonreía. Y su sonrisa era sincera; transmitía paz y esperanza.
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The young warrior was a strange figure. There was... Something off about him. Maybe it was his red hair, so exotic in those lands? Or it was the fact that he was soaked in blood, like a demon from hell? No. It was none of that. The really strange thing about the warrior was on his face, on his smile. It was a hard-to-define smile. It wasn't a madman's smile, someone who enjoyed the slaughter. It wasn't a false security smile, neither. On the contrary. Of all the people that inhabited those lands, he was the only one smiling. And his smile was honest; transmitted peace and hope.

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jueves, 25 de mayo de 2017

Tributo a Shin Megami Tensei 4



Adramelech disparó y Nanashi no pudo hacer nada para evitar el ataque. Asahi chilló de terror. El ataque le golpeó, y, al principio, no notó nada demasiado fuera de lo habitual. Una rosa de sangre empezó a florecerle en el pecho, bajo el mono que vestía. Su cuerpo flaqueó, como el de un enfermo, sin fuerza. No podía respirar, le faltaba el aire; era como si sus pulmones ya no trabajasen y estaba intentando respirar desesperadamente por la boca. Notó la garganta llena y se atragantó. Le dieron arcadas y, con un acto reflejo, se tapó la boca con su mano izquierda. Luego tosió con violencia y la sangre se escapó de su boca y de entre sus dedos, llegando hasta el asfalto. “Esto no está pasando...”, murmuró Asahi con el rostro descompuesto, “Nanashi...”. Fue entonces cuando al fin reaccionó. Alejó poco a poco la mano de la boca y y miró la palma completamente roja. Se estaba muriendo. La vista se le estaba nublando por la falta de oxígeno y ya casi no se sostenía en pie. “¡Nanashi!” gritó Asahi. Finalmente, sus ojos se apagaron mientras lo último que vio fue a Asahi, lanzándose a sus brazos, con los ojos llenos de lágrimas.

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Adramelech fired and Nanashi couldn't do anything to prevent the attack. Asahi yelled in terror. The attack hitted, and, at the beginning, he didn't feel anything unusual. A blood rose began to blossom in his chest, under the jumpsuit he wore. His body faltered, like when sick, without strength. He couldn't breathe, he was lacking air; like if his lungs stopped to work and was trying to desperately breathe through the mouth. He felt his throat full and chocked. He was about to puck and, with a reflex, he covered his mouth with his left hand. Then, he violently coughed and the blood spilled through his fingers, reaching the pavement. “This is not happening...” murmured Asahi with a sick face, “Nanashi...”. At that moment, he finally reacted. He slowly moved away his hand from his mouth and saw his blood-filled palm. He was dying. His sihgt was getting cloudy due the lack of oxigen and he was barely standing. “¡Nanashi!” yelled Asahi. Finally, his eyes were fading away while the last thing he saw was Asahi leapping on his arms, in tears.

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miércoles, 1 de abril de 2015

Deedlit


"Podría escribir líneas y líneas de texto describiendo la gran belleza de la heroína Deedlit y de sus grandes hazañas en nuestro turbulento pasado, pero no lo haré. Muchas leyendas y canciones ya hablan de ello y sólo estaría aburriéndoos con más idealizada adulación. Así pues, me dedicaré a recordar otras facetas de esta elfa que marcó un antes y un después en su era.

Deedlit fue una alta elfa que a la joven edad de 160 años se atrevió a salir de su hogar el bosque sin retorno. Era la última esperanza de su raza que, a pesar de ser longeva, estaba encerrada y aislada de las demás. Conoció a nuestro más grande y glorioso héroe, Parn, y vio en él al “árbol de la verdad” o la salvación de su pueblo, aunque muchos dirán que era la forma sutil que tenía una elfa tan joven de decir que estaba enamorada. Parn, por su lado, vio en sus ojos como esmeraldas la auténtica tristeza de una raza condenada a su extinción.


Este cuadro nos muestra una de las mejores representaciones de la elfa que existen. Aunque no se puede apreciar más que algo tan superficial como la carne, el autor hizo un trabajo excepcional. La única pena es que el autor no supo plasmar su auténtica belleza, su esencia, que, según el propio Parn, se hallaba escondida en su sonrisa.”

jueves, 24 de abril de 2014

Cazadores de monstruos

En un mundo donde el hombre se ve superado por la naturaleza, donde es el hombre quien lucha para no ser arrasado, la flora y fauna de dimensiones colosales reinan majestuosamente sobre el mundo conocido. Los hombres llamaron a los animales “monstruos” debido al miedo que en ellos originaba la presencia de aquellas criaturas titánicas. Los monstruos cazaban a los humanos, se alimentaban de ellos; el humano era uno de los últimos eslabones de la cadena alimenticia y, al borde de la extinción, se sintieron pequeños e impotentes.

No obstante, su instinto de supervivencia prevaleció sobre sus miedos y pronto empezaron a pensar formas de enfrentarse a aquellos colosos. Su fuerza era inferior a la de cualquier otra criatura, pero tenían algo que les hacía únicos: su capacidad de raciocinio. Llegaron a la conclusión de que, si aquellas bestias podían herirse entre ellas, su mejor baza sería fabricar armas y armaduras basadas en las ventajas biológicas de cada monstruo. Así, de los cadáveres de monstruos que fueron encontrando, comenzaron a fabricar armas y armaduras hechas de garras, colmillos, pieles y escamas.

Pronto, se dieron cuenta de que cualquier persona no sería apta para empuñar y vestir aquellas desproporcionadas armas y armaduras. Fruto de los años y del entrenamiento físico y psicológico, el hombre dio un paso más allá en la evolución y nacieron los denominados “cazadores de monstruos”. Los cazadores de monstruos eran hombres y mujeres tenaces, fuertes, ágiles y con un gran espíritu de superación; también se les llegó a llamar “superhombres”.


Pero igual que los humanos tenían a los cazadores de monstruos como guerreros de élite, la naturaleza también contaba con sus depredadores de élite: los dragones. Los humanos consiguieron sobrevivir gracias a los cazadores de monstruos y fueron prosperando lenta pero fírmemente, aunque la sombra que les acechaba era mucho más grande de lo que jamás pudieron imaginar...  

miércoles, 9 de abril de 2014

El prosista

Cuando empezó a escribir su relato, pensó en la farmacéutica que le había despachado hacía un momento. Pensaba en ella. Tenía unas facciones delicadas y suaves, aterciopeladas, mientras que su figura parecía haber sido moldeada por manos lujuriosas. Poseía unos atributos femeninos excepcionales; pechos firmes, sin que tuviesen un tamaño demasiado exagerado e incómodo, y unas caderas anchas que hacían que la silueta de sus nalgas fuese una curva pronunciada. Recordaba mientras escribía la sonrisa entre dulce y pícara que le había parecido que le dedicaba en un par de ocasiones, mientras le atendía. También en su boca y en sus labios, los cuales le hubiesen gustado besar… O quizá más bien lamer. Cuanto más pensaba en ella, más entendía lo que sentía por aquella mujer. Un ardor interior, que tenía su origen cerca de la entrepierna, se extendía por él cada vez más y más rápido cuanto más pensaba en ella. De hecho, ya no podía pensar bien por culpa de la excitación.

La farmacéutica era la dueña de sus pensamientos desde hacía ya unos días, desde que la vio por primera vez. Cuando intentaba escribir sobre ella, siempre acababa todo en un bloqueo y en la subsiguiente erección. Cada vez era más urgente. Escribir sobre ella había pasado de ser un capricho a ser una necesidad. Necesitaba escribir sobre ella para poder así librar su mente de las cadenas lascivas. Últimamente la observaba secretamente, desde la calle a través del escaparate. Esperaba encontrar algo, lo que fuese, cualquier signo que le devolviese la inspiración... O que la mujer mostrase un rasgo feo, que le desagradase, o incluso que le repugnase tal vez. No hubo suerte.

Habían pasado ya unas semanas. La masturbación había pasado a ser la única forma de saciar su apetito sexual (a falta de una buena pareja, se entiende). Una noche, de repente (como casi siempre que se tiene una buena idea), se le ocurrió algo para poder escribir sobre ella. El bloqueo siempre venía cuando pensaba en ella, así que decidió intercambiar roles. Ahora, él sería una especie de farmacéutico seductor mientras que la mujer sería una cualquiera, alguien a quien poder tener dominado en aquella ficción. La idea le gusto mucho, así que se puso a trabajar enseguida. No tardo mucho en montar la historia. Casi salía sola. La boticaria era ahora una mujer cualquiera (con sus atributos intactos, por supuesto) que tenia un trabajo cualquiera. No. Mejor aún; no tenía trabajo fijo, como él. Iba probando de trabajo en trabajo con la esperanza de encontrar la ocupación ideal: bien pagada y haciendo algo que no le desagradase. Hasta que un día entra en la farmacia para comprar un medicamento que le diagnosticaron a raíz de un accidente en uno de sus trabajos. Sí. Justo como él conoció a la farmacéutica. Y entonces allí conoce a un farmacéutico muy atractivo, que despierta un gran interés sexual en ella. Entonces, al llegar a casa, ella abriría la caja del medicamento y encontraría, en vez de un prospecto, un papelillo enrollado con una bonita prosa que la invitaría a lo que ella deseaba: sexo. Ella acudiría a él deseosa y el la dejaría satisfecha en la trastienda de la farmacia, por la noche, durante una guardia. La historia era perfecta, pero ocurrió algo inesperado. Después de escribir el relato, lejos de librarse de la poderosa libido que poseía, su pene seguía erecto y además sentía un fuerte dolor en los genitales. Era hora de acudir a la farmacia de guardia.

-Hola, venía a por un remedio contra el dolor.
-¿Qué tipo de dolor es? -pregunto la irresistible farmacóloga- ¿Muscular, tal vez?
-Creo que si. Por favor, consulte la receta -dijo el prosista mientras ofrecía un trozo de papel bien plegado que previamente se había esmerado en buscar en su chupa.
A la farmacéutica le pareció extraño: ese no era el tipo de papel de las recetas. Parecía más bien un folio cualquiera, plegado. No obstante, no dijo nada. Se limitó a desplegar el papel y leer la “receta”. Cuando acabó, ligeramente aturdida y desorientada, dirigió su mirada al hombre que le había hecho entrega de la hoja. Ahora entendía el tipo de “dolor muscular” que padecía. Él mantenía una actitud seria y tensa y ella, con tal de quitar tensión al asunto, le dedico una sonrisa y le dijo: “por favor, pase a la trastienda. Buscaremos el remedio para su “dolor muscular””.

sábado, 5 de abril de 2014

El Whisky

Cuando entré, Griffin resultó ser un remanso de paz. La música jazz sonaba de fondo. Resultaba muy relajante. Con una mezcla entre vergüenza y miedo, me adentré más y más al fondo de aquel pub estrecho, pero hondo. Llegué a unos sofás aterciopelados y observé un pequeño escenario. En él, unos músicos tocaban sus instrumentos, en directo, creando el hilo musical que había escuchado al entrar. Hipnotizado, me senté alejado de los demás espectadores, observé y escuché a los músicos obrar su magia.

Una mujer se acercó y me preguntó qué iba a tomar. Miré la carta de bebidas. En ella, sólo había una gran variedad de cervezas y bebidas alcohólicas. No me decidía. La mujer me miraba expectante, con las cejas levantadas. “Póngame una Coca...”. Paré en seco. ¿Qué estaba haciendo? Estaba en un pub debía tomar algo de adultos. Miré la carta de bebidas de nuevo. Whisky, identifiqué entre las múltiples bebidas. Una serie de imágenes me vinieron a la mente: tipos duros en las barras de bares de mala muerte pidiendo la bebida más fuerte, la cual acababa siendo un whisky añejo; viejos detectives en el sofá de su casa sirviéndose un trago de su mejor whisky... “Yo ya soy un tipo duro”, pensé, “tengo 18 años”. Pedí un whisky a la camarera y ella me preguntó qué clase de whisky quería. En ese momento, me delaté: no tenía ni idea de qué tipos de whisky existían. Mi inmadurez me hizo decir: “El más fuerte”, como en las películas.

Al cabo de unos minutos, la camarera regresó y me sirvió el whisky. Ante mi tenía aquella bebida alcohólica tan famosa y tan fuerte. Ya no podía echarme atrás; tenía que bebérmelo. Lo miré. Tenía un color marrón claro, muy claro, ambarino. Cogí el vaso. Veía poca cantidad de whisky y mucho hielo. El vaso estaba helado. Lo acerqué a mi boca. Desprendía un olor parecido a la madera húmeda, como a bosque, con la brisa matinal después de una noche lluviosa. Finalmente, vertí el líquido en mi boca. Demasiado. El sabor amargo me llenó la boca. Me entraron ganas de escupirlo, pero no podía hacer eso. Cuanto más lo mantenía en la boca, peor. Con esfuerzo, logre pasar el trago por la garganta. Unos segundos después noté como me ardía el cuello y el pecho, por dentro. Dejé el vaso sobre la mesa y lo miré. Seguí mirando y escuchando a los músicos tocar y, cuando de nuevo tuve sed, miré el vaso. “Mejor espero a que el hielo se deshaga y se diluya un poco con el whisky”, me dije a mi mismo. Sonreí. “Supongo que en la vida no todo es como en las películas”.